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sábado, 16 de junio de 2012

REFLEJOS

Cada amanecer era lo mismo. Entraba aquel desaliñado hombre, encendía la luz y le despertaba de su apacible sueño. Cuanto odiaba ver su rostro, demacrado, triste. Llevaba años soportándole. Entonces, recuerda aquellos tiempos en que le visitaba un niño. Aquel, era agradable. Siempre le saludaba, incluso en ocasiones jugaban a las morisquetas. En ocasiones llegaba llorando, pero luego de empapar su rostro con fresca agua, diluía aquellas lágrimas. ¿Dónde estará aquel niño ahora? Recuerda que al transcurrir el tiempo, un buen día el niño desapareció. Entonces, un joven, muy similar a su querido amigo llegó. Aunque este era menos amable, y tenía algunas cosas brillantes en su rostro, aún le pedía concejo y le consideraba. Poco tiempo después, también le abandonó. Ahora solo le visita este horror de persona. A veces llega al colmo de ebrio y le insulta. Esta fue una de esas noches. Con los ojos desorbitados; enervados y enrabiados, el desaliñado hombre le ha gritado, le ha escupido, y finalmente le ha golpeado con su puño, dos, tres veces. Un sonido de cristal roto, y luego cientos de fragmentos sobre el suelo. Ha sido el fin de su existencia.

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