Visita mi Twitter

sábado, 28 de julio de 2012

VEJEZ

Era la tercera vez que miraba su reloj, y la cuarta vez que se asomaba a la ventana. Nunca demoraba tanto en llegar, y se preguntaba que le habría demorado tanto. Hacía solo una semana que estuvieron juntos. Conversaron largamente, como siempre. Le contó lo bien que se sentía y que creía ya se encontraba mucho mejor; como para, quizá volver. Más, su temple le insinuó que quizá había sido demasiado osado. Quizá eso lo demoraba, quizá estaba molesto. Quizá no volviera. Lo había visto pasar muchas veces. Primero eran visitas diarias, al tiempo, semanales que se transformaban en mensuales, luego en anuales, y finalmente no volvían más. Qué horror, que espanto el solo pensar que le ocurría también a él.

Al rato, oye que llaman a la puerta, pero por la hora intuye que ha de ser el enfermero con la medicina de la tarde. ¿Por qué no fui más cariñoso con él, por qué fui tan duro con él cuando pequeño, por qué? Se mortifica sollozando. Su cara sonríe con vida propia. Se abalanza y le abraza con toda emoción. “Que bueno que viniste” le dice. “Papá, solo me tardé cinco minutos” le contesta. “Ven, regresemos a casa”

No hay comentarios:

Publicar un comentario